martes, 18 de septiembre de 2012

Diario de a bordo: Nuestra primera vez

Ya estamos a mitad de septiembre y nuestro estudiante en prácticas Guillermo C.T. va a compartir con todos nosotros su primera experiencia a bordo del catamarán L´Atántida. Estas fueron sus sensaciones:


Tras unos cuantos días de levante sin poder salir en el barco, por fin nos comunicaron que íbamos a salir. Estábamos de prácticas y teníamos unas ganas tremendas. La primera impresión al ver el catamarán fue chocante, teníamos que demostrar entereza ante lo visitantes, como si para nosotros fuera algo normal, pero la verdad es que estábamos más nerviosos que muchos de los niños que ese día montaron.

Nada más poner rumbo al estrecho de Gibraltar nos colocaron por las cubiertas y nos dieron unos consejos para mantener el equilibrio, consejos que tomamos muy en serio los primeros minutos.

Los niños se impacientaron, querían ver rápidamente a las ballenas, delfines y orcas. Tras unos minutos, el patrón anuncia por megafonía que teníamos calderones a la vista, un grupito familiar, lo que hizo que nos emocionáramos más que los niños, por fin íbamos a ver cetáceos.

Nos acercamos, bajamos la velocidad, y ahí los teníamos, un grupo familiar de unos 15 individuos con cría incluida. Se acercaron tanto que parecía que podíamos tocarlos en cualquier momento, subían, bajaban, giraban, nadaban con nosotros, se acercaban a la visión submarina y los veíamos perfectamente. Nosotros ya estábamos contentos con eso, pero no pasaron ni diez minutos cuando oímos cómo se acercaba “El séptimo de caballería”.

Nosotros no sabíamos muy bien de que iba eso, hasta que a lo lejos vimos saltos y chapoteos, cada vez más y más intensos, no tardamos en darnos cuenta de que estamos junto a un grupo de delfines listados, un grupo de unos 1000 – 1500 individuos, con crías de poco más de una semana. Estos delfines de tamaño reducido decidieron echarnos una carrera, a lo que Antonio, nuestro patrón, respondió acelerando, los delfines estaban en la proa, a los lados, en popa, y nos aguantaban el ritmo, corrían con nosotros, las crías aguantan el ritmo de las madres, los machos se agolpaban y turnaban en la proa, y todos se silbaban y comunicaban, como una autentica estrategia premeditada.

Después de esto y sin casi darnos tiempo a pensar en lo que habíamos visto se nos acercaron un grupo de delfines mulares, un par de familias, que se acercaron a jugar con el barco, nos miraron, se dieron cuenta de que estaban siendo observados y parecía que posaban para la foto.

Tras todo esto, volvímos al puerto sabiendo y siendo conscientes de que habíamos vivido una experiencia difícil de olvidar.

No querría terminar esta pequeña historia, sin hacer mención al importante trabajo que hacen todos los trabajadores de Aventura Marina por la conservación de dichos animales, por su cuidado y su bienestar.

Un saludo a todo el equipo que participa en esta gran experiencia, y muchas gracias a todos.

Un Saludo Guille.

No hay comentarios:

Publicar un comentario